top of page
  • LinkedIn
  • Facebook
  • Twitter
  • Instagram
  • Pinterest
|   Especialista en arte

| REPRESENTACIÓN DE ARTISTAS VISUALES
| COMISARIADO DE ARTE

La obra de Laura Manino va delineando su propio trazo

Entender la obra de arte como una forma de comunicación, exige desplegar y poner en acción un sistema que permita que la información pueda llegar a destino. 

El interlocutor, que en arte ya no es mas un espectador -aquel que observaba con atención alguna cosa-, se vuelve invitado por el artista, una pieza clave que necesariamente participa en la construcción de esa propuesta, que es posible llamar ´obra de arte´. 


Así entiende Laura Manino, el propio proceso creativo, emprendiendo cada pieza como un salto al vacío que no se concreta en soledad, sino que se conjuga con ese cómplice que es el público. 

 

En su obra es necesario activar el ojo como si fuese un zoom, que se contrae y extiende para poder tener vistas macro-micro de detalles y grandes superficies, de cómo las líneas continuas se encuentran unas junto a otras, del trabajo con el papel rasgado y luego coloreado. El ojo debe estar atento, porque los límites en las superficies de sus obras son engañosos, sobre todo en los trabajos más recientes que quieren expandirse y tomar posesión del espacio. Entonces las piezas no finalizan donde en apariencia culmina el soporte, sino que muchas veces tienen continuidad en el entorno arquitectónico o el espacio “tomado” a modo de intervención o performance. 

 

En la tensión orgánico/geométrico de cada obra, se vislumbra el movimiento propio de la mano, el vestigio físico del cuerpo puesto en acción sobre la superficie. Las líneas generadas a mano alzada con lápices, grafito y tizas, son consecutivas, variando en espesor e intensidad según la presión ejercida, cuenta Manino, mientras le propongo pensar su trabajo en palabras. Usa con recurrencia el papel como base, construido a partir de la superposición de numerosísimas capas que le dan finalmente un cuerpo casi sólido. 

A veces aparecen bloqueos visuales en las obras, formas rectangulares, cuadradas y de múltiples formas geométricas, que cercan la mirada e impiden ver que hay detrás, que hay debajo. Manchas negras que nos paralizan, nos ponen distancia y nos hacen caer en la cuenta de que siempre hay algo de la obra que es inalcanzable. 

 

Lejos de ser un lugar inequívocamente placentero, para aquellos artistas que encaran la labor con entrega, suele ser un camino no exento de frustraciones, miedos y dudas, pero es justamente en el triunfo de esas batallas donde se reafirman las convicciones que constituyen sus corpus. La obra de Laura Manino va delineando su propio trazo sin dejarse limitar por los materiales, por los soportes o por las clasificaciones clásicas a las que la historia del arte recurrió para poder ordenar sin conflicto el tránsito de esas tribulaciones a lo largo de cientos de siglos de producción. 

Se crea así una secuencia en su producción, que entiende como lógica la necesidad de colonizar el espacio, y poblarlo de materiales que no necesariamente son pictóricos, en sus piezas de exploración más actual.
Continuidad, movimiento, repetición, desplazamiento, progresión son palabras que interactúan constantemente con sus obras, a las que podríamos sumar transgresión como riesgo adquirido recientemente. 

 

Con distancia prudencial escucho como me cuenta: me atrae la sensación que dan los materiales cuando trabajo con ellos. Para mí la pintura es algo mágico, y el dibujo es mi gran herramienta. Trasciende todos los tiempos, todas las épocas, está presente en todas las coyunturas. Hacer obra permite salirse de uno mismo. Mientras la escucho, tengo la convicción de que hay allí un convencimiento puro, una obra genuina. 

María Lightowler
Noviembre-diciembre 2019

bottom of page